Imagínense un cuerpo de pie, frente al espejo, sus ojos abiertos, muy abiertos, uno de sus brazos en movimiento ascendente lleva en su mano el arma que se detendrá a la altura de la sien, el resto del cuerpo en aparente pasividad no hace nada para evitar lo que está a punto de ocurrir, la adrenalina corre, la presión aumenta...

unos dedos temblorosos torpemente activan el gatillo. La bala, en recorrido veloz e imparable atraviesa la piel destrozando fatalmente los tejidos vitales. El cuerpo se desploma.

Cualquier semejanza con lo que está pasando en nuestro planeta, no es coincidencia, ​tal parece que nos ha tocado el triste destino de presenciar pasivamente el suicidio de la raza humana. ¿Lo vamos a permitir?